Principios de los 90, las luces parpadeaban en la vieja televisión de tubo mientras yo, con apenas unos años de vida y un mando de NES entre las manos, me sumergía en el colorido mundo de Super Mario Bros. Saltar sobre Goombas y esquivar caparazones era mi día a día, una rutina casi sagrada en aquellas tardes interminables.
Justo cuando creía haberlo visto todo, aparecieron Metroid y Castlevania. Con Metroid, descubrí la libertad de un mundo abierto no lineal, donde cada rincón escondía secretos y donde las mejoras eran la clave para avanzar.
No era un simple juego de acción; era una aventura en la que cada regreso a una zona conocida traía consigo nuevas posibilidades. Avanzando hasta nuestros días como el género metroidvania y dejando joyas como este Witchblood. Lo que comenzó con unos simples saltos en el Reino Champiñón se convirtió en un viaje que definiría mi forma de entender los videojuegos.
Metroidvania en VR
Cuando pensamos en juegos de realidad virtual, la mayoría imagina experiencias en primera persona. Pero, de vez en cuando, surge un título que demuestra cómo la VR puede enriquecer otros géneros. WitchBlood es un metroidvania en perspectiva lateral que, lejos de sentirse como un simple port de un juego tradicional, aprovecha la inmersión de la VR para ofrecer algo realmente especial.

Un cuento de brujas
En WitchBlood, encarnamos a Clara, una joven que descubre sus poderes de bruja tras presenciar el asesinato de su padre a manos de una turba de aldeanos. A partir de ahí, el juego nos lleva en una búsqueda de venganza y autodescubrimiento, a medida que desbloqueamos nuevas habilidades mágicas y enfrentamos a enemigos cada vez más desafiantes.
El título sigue las reglas del género metroidvania: un mundo interconectado con zonas inicialmente inaccesibles que se desbloquean conforme obtenemos nuevas habilidades. Saltos mejorados, ataques elementales y potenciadores de equipo nos permitirán regresar a áreas previamente exploradas para descubrir secretos ocultos y fortalecer a Clara.

Jugabilidad
En términos de combate y progresión, WitchBlood no innova demasiado, pero lo que hace, lo hace bien. Clara comienza con un simple bastón y eventualmente encuentra nuevas armas, habilidades mágicas y mejoras. La magia es más un recurso defensivo que ofensivo, lo que nos obliga a depender del combate cuerpo a cuerpo la mayor parte del tiempo.
El nivel de dificultad está bien ajustado. En modo normal, el juego ofrece un reto justo, donde morir es frecuente pero sin llegar a ser frustrante gracias a los puntos de guardado bien distribuidos. Para los jugadores más experimentados, las dificultades superiores añaden un mayor desafío y fomentan la exploración para encontrar mejoras.
Uno de los elementos más originales del juego es su sistema de mapas. En lugar de un menú tradicional, WitchBlood muestra el camino recorrido en las paredes de los escenarios, marcando nuestra ruta con huellas y señalando objetos no recogidos. Es una gran idea que ayuda a la inmersión, aunque tiene sus limitaciones. Sin una opción para colocar marcadores o referencias más claras, es fácil perderse al intentar regresar a un punto específico.

Diseño y audio
Uno de los aspectos más llamativos de WitchBlood en VR es su diseño de niveles. En lugar de un desplazamiento lateral fluido, el juego nos presenta una serie de escenas fijas, como si estuviéramos observando un teatro de marionetas en miniatura. Esto no solo le da un toque distintivo, sino que también hace que cada pantalla se sienta como una pequeña obra de arte.
Además, la versión para Meta Quest 3 incorpora un modo passthrough, permitiendo eliminar las paredes del escenario y dejando solo el diorama flotando en nuestro entorno real. Aunque es una opción curiosa, desactiva el mapa integrado en las paredes, lo que hace que navegar por el mundo del juego sea más complicado.
Visualmente, el juego luce espectacular en VR. Los escenarios están llenos de detalles, aunque algunos elementos pueden verse un poco borrosos, la decisión de mantener texturas y efectos detallados en lugar de priorizar la nitidez fue acertada.
El sonido también es sólido, aunque los diálogos pueden ser algo bajos en volumen, lo que obliga a subir el audio manualmente. A pesar de eso, la ambientación sonora complementa bien la atmósfera mágica del juego.

Conclusión
WitchBlood es una grata sorpresa en la biblioteca de Quest. No es el metroidvania más complejo ni el más largo, pero su presentación en VR y su jugabilidad bien equilibrada lo convierten en una experiencia muy recomendable.
Si eres fan de los metroidvania y quieres probar algo diferente en realidad virtual, WitchBlood es una compra más que justificada, sobre todo por su precio accesible, menos de 8€.
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